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Esos ojos azules {Sybill}

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Mensaje por Derrick V. Lockwather Mar Feb 03, 2015 1:43 pm

Derrick disfrutaba dando clases, aunque en ocasiones su propia situación le superaba. Y esta era una de esas veces. Respiró hondo y sacudió su cabello. Le apetecía un cigarrillo, pero eso tampoco era algo nuevo. Le ocurría muy a menudo, y es que no le gustaba fumar en el castillo. Al menos que estuviera en su dormitorio o en su despacho, pero ahí solo lo hacía cuando estaba completamente seguro de que nadie le molestaría, de que ningún alumno asistiría a una tutoría o algo por el estilo. En su lugar en vez de encerrarse y buscar su tabaco lo que hizo fue respirar, resignarse y mirar por la ventana. A pesar del agradable calor que podía sentir dentro del castillo no le costaba imaginarse el frío que hacía fuera, en los jardines. Si cerraba los ojos y prestaba atención estaba seguro de que podría escuchar el sonido producido por el viento colándose entre las ramas de los árboles, jugando con ellas. Sí, Derrick disfrutaba dando clases, era lo que siempre había querido, aunque en días como ese no conseguía concentrarse. Y su distracción tenía nombre y apellidos: Sybill Trelawney. Sin embargo, en esta ocasión no se trataba de la turbación que sentía por las piernas bonitas y una sonrisa encantadora.

No, esta vez no tenía nada que ver con la atracción y a pesar de esto no había podido dejar de pensar en ella desde esa mañana. Concretamente desde el desayuno, cuando ella se le había quedado mirando fijamente y había derramado su bebida, taza incluida,  haciendo que el joven profesor, y prácticamente la totalidad de los allí presentes, se voltearan a mirarla, algunos sorprendidos, otros asustados debido al gran estruendo que había ocasionado. Y cuando todos volvieron a dar cuenta de sus desayunos, incluso el hombre, ella había continuado mirándole de la misma forma, fijamente. Derrick la había observado por el rabillo del ojo, estremeciéndose por lo que esos ojos azules clavados en su persona le hacían sentir. Y no se había podido desprender de esa sensación en todo el día. Incluso, mientras caminaba por los pasillos, yendo de una clase a otra, le había parecido que alguien le observaba, pero al girarse no se encontraba con nadie.

Y por eso no había podido dejar de pensar en la muchacha. Hasta ese momento no había reparado especialmente en ella, de hecho la evitaba en la medida de lo posible debido a los comentarios que Sybill suscitaba o, simplemente, a que había estado más ocupado pensando en otras cosas, persiguiendo, quizás, otras faldas. Y es que eso era algo que Derrick no podía evitar. Las mujeres eran su perdición, aunque las relaciones estables no era algo que estuviera hecho para él. O al menos eso era lo que el propio profesor solía decir. Fuera como fuera, lo cierto era que no había podido quitarse de la cabeza a la morena, aunque por causas distintas a las que se solía enfrentar en lo que a féminas se refería. Despertó de su ensoñación tras escuchar el grito de una chiquilla y asomarse, de manera inmediata, al pasillo. Puso los ojos en blanco y fue a ver qué era, exactamente, lo que estaba ocurriendo. Dos alumnos de primero o segundo, ahora no lo recordaba muy bien, estaban discutiendo por algo que el chico le había hecho a ella. Derrick lo agarró de la oreja y se lo llevó hasta la puerta del despacho del jefe de su casa. Que fuera él el que se encargara de aplicar el castigo oportuno, algo de lo que la chiquilla parecía estar disfrutando mucho, puesto que el llanto ahora se había convertido en risa. El profesor se quedó a la explicación de ambas versiones, más que nada por si tenía que añadir él algo sobre lo que había visto, aunque tampoco había sido demasiado.

Unos quince minutos después, y con un considerable dolor de cabeza debido a la voz demasiado aguda de la muchacha y a los reproches en forma de gritos del niño, salió de ese despacho y respiró hondo. Decidió que lo mejor sería dar por terminadas las tutorías de ese día e irse a su cuarto a descansar hasta que llegara la hora de la cena y tuviera que acudir al gran comedor. De esa forma, y aunque tan solo fuera un rato, podría estar a solas, pero al parecer eso tampoco iba a ser posible. Llegando a su destino, es decir, a su dormitorio, escuchó un fuerte ruido que hizo que sacara, de forma inmediata, su varita, apuntando hasta el origen de dicho ruido. Conforme se iba acercando, una silueta se iba dibujando en el juego de luces y sombras, pero, sobre todo, unos ojos. Los mismos ojos azules que lo habían trastornado durante todo el día. Contuvo la respiración durante unos segundos, guardó su varita y se acercó hasta quedar enfrente de ella.-¿Profesora Trelawney?-preguntó, aunque de manera retórica ya que sabía perfectamente que se trataba de ella-¿Desea algo?-añadió, pronunciando de forma educada una pregunta que venía a significar, básicamente, qué hacía justo enfrente de su dormitorio. Porque sí, allí era donde la había encontrado. Puede que si se tratara de otro profesor no le hubiera extrañado verlo allí, sobre todo si lo buscaba y no daba con él, pero en el caso de la morena era distinto. Ella hacía que estuviera intranquilo.
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Mensaje por Sybill P. Trelawney Miér Feb 04, 2015 2:19 pm

Aquella semana la profesora McGonagall le había pedido a la ojiazul que se hiciera cargo de la clase de adivinación debido a que la Profesora encargada parecía tener unos severos síntomas de viruela de Dragón así que le habían dado unas vacaciones forzosas hasta que pudiera sanarse y así fue como Sybill fue asignada temporalmente a la clase, la verdad es que le encantaba compartir sus conocimientos con los estudiantes aunque sería engañarse el disimular que algunos alumnos se reían abiertamente de ella por el simple hecho de que no comprendían lo complicado que era convivir con su don. De todos modos había pasado toda la noche anterior en la biblioteca, que de todos modos era su guarida favorita desde sus tiempos de estudiante, intentando preparar una lección que hiciera que todos los estudiantes se sientan motivados con respecto a su materia, sabía que la Profesora siempre le había tenido algo de cariño y sabía que esta era su oportunidad de demostrar que aún a sus cortos 22 años, ella era muy capaz de impartir y manejar un grupo de estudiantes.

De este modo a la hora de tomar el desayuno, Syb había logrado dormir como mucho dos horas, lo que producía un ligero dolor de cabeza justo en el área central de su frente, era una suave sensación de succión que le ponía de mal humor, perfectamente lo que necesitaba para desagradarle a sus alumnos, ser una profesora enojona. Tomó un poco de café extra fuerte, eso no solo la espabilaría sino que si se podía eliminaría el café, se detuvo a saludar al Gran Hagrid con quien siempre había tenido algo de afinidad, sonrió cuando él le deseo que tuviera un buen día como profesora, muchos ya le llamaban de ese modo por hacerse cargo de la Biblioteca, pero ahora sería Profesora como tal. Con su mano libre halo suavemente el dobladillo de su vestido ligeramente holgado que caía justo debajo de sus rodillas, era de una tela suave con un diseño floral que sin duda resaltaba la personalidad de Sybill, llevaba una pequeña faja de cuerina amarrada a la altura de las caderas para darle algo de figura, unas medias de rejilla negra y unas botas con un tacón bajito del mismo color de su faja había hecho su mejor esfuerzo por verse agradable a la vista, después de todo las personas juzgaban según lo que veían. Y levantó suavemente su vista y entonces le había visto.

No fue consciente del color atrapante de sus ojos o de la manera en que su cabello parecía ser peinado recientemente solo sintió su visión natural apagarse y su tercer ojo despertar. Perdió la consciencia de sus actos, del vaso en su mano, de donde se encontraba. -Maldad, oscuridad, asesinato...No tienes porque incluirte, el ser malo no te es innato, tienes la oportunidad de correr, escapar, sin embargo un alto precio tendrás que pagar- Tuvo la dicha de darse cuenta que su voz había salido en un leve susurro, palabras a media voz, su don había elegido que no era una buena opción hacer pública tal profecía. Volvió lentamente a la realidad cuando sintió una mano posarse en su cintura. -¿Te sientes bien Sybill?- Cabeceó lentamente. -¿Qué ha pasado?- Preguntó casi en silencio mientras le daban un espacio para sentarse. -No lo sé te has quedado mirando al profesor Lockwather muy extraño- Le miro con curiosidad en los ojos mientras le daban un poco de agua y ella sonrió levemente. -¿Lockwather?- Le pareció que asintió en su dirección, indicándole a quien se refería. Sus ojos se clavaron uno segundo en él antes de tomar rápidamente su desayuno e irse a impartir la clase.

Mentiría si no dijera que su mente regresaba constantemente a aquel castaño claro, casi rubio en más de una ocasión durante el día, rara vez sus visiones eran recordadas por ella misma, pero había algo de todo que seguía resonando en su cabeza. "Escapar" no sabía de que tenía que escapar, pero no sabía porque se le hacía atractiva la idea del escape, de brindarle su ayuda para que lo hiciese sí él se salvaba haciéndolo. -Hasta mañana profesora Trelawney- Soltó una niña de primer año antes de dejarla sola en la torre de adivinación, tomó aire mirando a su alrededor. "Profesora Trelawney" le gustaba como eso sonaba. Giro la puerta de la torre mientras se dirigía a su habitación, pero llegado a un punto no pudo seguir caminando, cada una de las habitaciones tenían un número colocado en la puerta, para que los profesores pudiesen ubicarse, excepto claro por los Jefes de Casas que dormían cerca de la Sala Común, sus dedos se levantaron para trazar suavemente el 22 de la puerta ajena. La suya era la 30 quedaba técnicamente al doblar la esquina de este hall. Había tenido un sueño con una puerta con ese 22, es solo que no recordaba el sueño, ladeó la cabeza como queriendo ingresar a esa parte censurada de su cerebro, la leve figura del Profesor Lockwather volvió a su cabeza, haciendo que soltará el diccionario astronómico en sus manos, volviendo casi cansada a la consciencia tomó el libro del suelo, ¿Que era lo que pasaba con ese profesor?. Se levantó lentamente y casi gritó cuando alguien le hablo justo frente a ella, estaba oscuro, porque esa parte del castillo lo era y no había nadie más, tanteo buscando su varita, pero honestamente Sybill nunca había sido especialmente activa en los duelos, ella era más cerebral que física. Sonrió sin querer, era la segunda vez en el día que era llamada Profesora Trelawney en el día. Cortó la distancia con un par de pasos hacia la figura parlanchina y una vez más durante el día sus ojos dibujaron la imagen del profesor de encantamientos.

-Buenas noches, Profesor Lockwather- Le gustaba la manera en que se movía su lengua para pronunciar aquel apellido. -Yo solo...- Giro la cabeza para visualizar el 22 en su puerta. Sí le decía que era eso lo que le había echo detenerse no le creería. Levantó su cabeza para mirarle. -Lo lamento solo iba pasando por aquí y me he percatado de que no tengo idea de donde duermen los demás profesores, no estaba intentado acosar a nadie, lo siento...Solo- Miro el libro en sus manos y luego levanto la mirada una vez más, siempre había sido mala manteniendo contacto visual, levantó su dedo a su rostro para ajustar la posición de sus lentes y fue cuando se dio cuenta de porque observaba levemente borroso. -¡Oh me he dejado mis lentes en la torre de Adivinación!- No es como que requiriera ir ahora mismo, solo los había olvidado y lo había recordado ahora mismo. -Nunca nadie nos ha presentado de la manera correcta, Sybill Trelawney- Dijo extendiendo su mano, en ocasiones la cercanía de las personas les permitía a los videntes tener un vistazo de sus propias visiones acerca del sujeto, por eso muchos lo evitaban, pero ella solo estaba intentando ser amable.
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Mensaje por Derrick V. Lockwather Sáb Feb 07, 2015 8:26 pm

Derrick no solía tener demasiado trato con el resto de profesores, pero sí que habían compartido un buen café y alguna que otra charla con la mayoría de ellos. Le parecía curioso que ahora fuera compañero de algunos de los que habían sido sus profesores y aunque eso le sacaba una sonrisa, también le infundía respeto. Recordó su primer día, cuando entró por primera vez en Hogwarts, pero no ya como alumno, sino como profesor. Bebió un sorbo de la taza que tenía entre manos y masticó la tostada de aceite y tomate que estaba desayunando, pero pronto el hambre se le pasó. Casi fue como si se le cerrara el estómago ante la mirada de Sybill sobre él. El joven profesor estaba acostumbrado a que las féminas le miraran, estaba claro, incluso él disfrutaba, y mucho, haciéndolo, pero por alguna razón los ojos azules de la morena le ponían nervioso. Se revolvió el cabello y se levantó, tras disculparse con unas escuetas palabras, poniendo a modo de excusa que tenía que pasar por el despacho a preparar unas cosas para las clases. Y no era mentira, al menos no del todo, pero necesitaba alejarse de esos ojos azules que, por alguna razón, seguía sintiendo en la nuca.

Llegó a su despacho y cerró la puerta con llave, algo que no solía hacer, pero que necesitaba. Apenas acababa de comenzar el día, por los pasillos los alumnos caminaban somnolientos. Incluso había tenido que parar a uno a base de varita para evitar que se chocara contra uno de los pilares y visitara, de buenas a primeras, la enfermería para que le regeneraran algún hueso o le repararan algún diente. El niño lo miró sin entender que pasaba, sin saber por qué se encontraba suspendido en el aire y tuvo que avisarle de que tuviera cuidado, de que mirara por dónde caminaba porque podía ser que a la próxima él no estuviera cerca para evitar que se chocara contra cualquier cosa que tuviera en medio. El niño asintió, mientras descendía y pisaba de nuevo el suelo, antes de irse corriendo al gran comedor a dar buena cuenta de su desayuno. Sí, Derrick había cerrado con llave su despacho, pero porque necesitaba unos segundos de paz antes de empezar un nuevo día de clases y no quería que nadie le molestara. Suponía que los estudiantes estarían desayunando o terminándolo de hacerlo, que no iría a su despacho hasta después de clase, pero por si acaso. Abrió la ventana y se encendió un cigarrillo. Cerró los ojos y le dio una calada al cigarro, pero pronto tuvo que volver a abrirlos puesto que esos ojos azules se dibujaron ante él, haciendo que se estremeciera.

Dejó que su boca se llenara del sabor del tabaco.-¿Se puede saber qué te pasa, Lockwather?-se preguntó a sí mismo-Parece que te has levantado con el pie izquierdo-añadió, dando otra calada, esta vez un poco más larga, al cigarro. No era la primera vez que no se quitaba de la cabeza a una chica, sobre todo cuando intentaba tenerla entre sus sábanas. No sería tampoco la primera vez que alguien se refería a él como una especie de cazador que estudiaba a sus presas, pero lo que le pasaba con Sybill no era nada de eso. De hecho no se había fijado en ella hasta el momento que sintió sus ojos sobre su persona, o al menos no de la misma forma que lo hacía con las mujeres que lo atraían de buenas a primeras, pero…Por alguna razón esos ojos azules le habían hecho que se sintiera extraño. Se apoyó contra la pared, al lado justo de la ventana, y se quedó unos minutos en silencio. Seguramente era que no había dormido bien, últimamente no estaba descansando casi nada. Sí, eso era lo que tenía que ser, no había pegado ojo. Y por eso estaba más susceptible. Miró su reloj. Tenía que darse prisa o llegaría tarde a la primera clase del día. Y a él no le gustaba la impuntualidad. Además, solo necesitaba concentrarse en las lecciones para olvidarse de lo que había pasado, para olvidarse de todo.

Los alumnos, sobre todo los de primero, era para él una especie de panacea a todo lo malo que le pudiera ocurrir. Ver sus caras de asombros, escuchar sus preguntas curiosas…Siempre le sacaban una sonrisa, aunque pocas veces lo demostraba. No, él era una persona seria, exigente, una persona poco dada a las bromas. Pero cuando se trataba de los niños cambiaba, aunque era de una forma tan sutil que casi nadie se daba cuenta, a no ser que lo conocieran bien. Siempre había querido ser profesor, así que estaba viviendo una especie de sueño, por así decirlo. Puede que el trabajo que había escogido no fuera el más prestigioso, pero a él le gustaba. Su familia hubiera preferido que trabajara en el ministerio o que siguiera la línea familiar, pero él no había querido. Y era tan cabezota que no había parado hasta conseguir lo que quería. Se acomodó en su silla y observó a los pequeños intentando hacer lo que les acababa de explicar, tomando notas y cuchicheando los uno con los otros. Las clases pasaron sin pena ni gloria. Y es que el rubio no había podido concentrarse ni un solo momento. Había pasado el día casi en el mismo estado que aquel chiquillo al que había salvado esa mañana de romperse los dientes contra uno de los pilares del castillo. Y la sensación que tenía era parecida a esa, solo que él no se había roto nada. Simplemente se había pasado las horas intentando encontrar una explicación al hecho de que la joven se le hubiera quedado mirando fijamente en el desayuno. Lo cierto es que le solía pasar al entrar en el gran comedor con las alumnas más mayores, pero había aprendido a ignorar las miradas, aunque todavía le costaba trabajo en ciertas ocasiones. Pero lo de ella era diferente, no era deseo, curiosidad o admiración lo que había visto reflejado en sus ojos. A decir verdad, no sabía muy bien lo que había visto reflejado en ellos, no había sido capaz de leerlos. Puede que fuera porque normalmente no le prestaba atención, porque no estaba en su punto de mira, porque no había despertado su interés, pero ahora…Lo había hecho. ¡Y vamos que si lo había hecho! Se había pasado todo el día pensando en qué podría habérsele pasado por la cabeza, en qué estaría pensando, cuando lo había mirado de esa forma.

Y esas preguntas volvieron a su mente con mayor fuerza, si es que eso era posible, cuando se la encontró de pie, junto a la puerta de sus aposentos. Alzó una ceja y continuó caminando hasta colocarse a su altura. La penumbra del pasillo de los dormitorios, o mejor dicho la oscuridad con algún que otro toque de luz, porque la luz era tan tenue que casi no se podía distinguir nada más allá de un par de metros, la envolvía por completo y el muchacho tragó saliva antes de continuar hablando. Escuchó su explicación y asintió levemente mientras se encogía de hombros. –Pues supongo que ya sabes dónde estoy-comenzó a decir-En caso de que haya un incendio o de que un troll tire tu puerta abajo puedes venir a buscarme-le dijo, aunque no sabía muy bien por qué. Pasó por alto la mayoría de las palabras que había dicho, pero anotó mentalmente que cuando estaba nerviosa hablaba demasiado y de forma rápida. Sin embargo, no pudo evitar preguntarse por qué estaría en ese estado. No habían cruzado más que un par de palabras a modo de saludo cada vez que se cruzaban por los pasillos o en la biblioteca, pero nada más. Nada que pudiera explicar el comportamiento de la muchacha. Ni nada que pudiera explicar el suyo propio, a decir verdad. Aceptó la mano extendida de la chica y la apretó unos segundos antes de hablar.-Derrick Lockwather-se presentó él y se giró para abrir la puerta de su dormitorio y entrar. Sin embargo, antes de hacerlo, se giró de nuevo y la miró directamente a los ojos.-¿Necesitabas algo?-preguntó, no satisfecho con la explicación de antes sobre lo de no saber donde dormían sus compañeros.

 
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Mensaje por Sybill P. Trelawney Miér Mar 11, 2015 2:50 pm

Había pasado mucho tiempo leyendo las hojas de té, muchos creían que las ciencias predictivas no eran una ciencia como tal por la facilidad con la que el destino podía variar pero a decir verdad es que Syb creía más en los resquicios de las cosas que veía que en las que parecían de esta dimensión, movió suavemente la tacita mientras intentaba traspasar aquel entusiasmo y la premisa del futuro a sus alumnos, Syb paso suavemente su mano por su flequillo mientras daba la salida al primer grupo, tuvo que tomar una corta respiración mientras se sentaba en el alfeizar de la ventana, siempre había sido una de las personas que disfrutaba de la soledad, de estar por sí misma, quizás porque en su familia las personas no creían demasiado en sí misma, además de que las personas rara vez comprendían las cosas que estaban en la cabeza de la ojiazul. Tomó el libro de adivinación de tercer año, era su siguiente grupo, pero ella no era de las personas que se apegaban a un libro, le gustaba la autoexploración, la didáctica dirigida por el estudiante, soltó suavemente el libro mientras se quitaba lentamente sus gafas y colocándolas a un lado de ella, estaba preguntándose de donde venía aquella visión de más temprano, no era que no estuviera acostumbrada a tener aquellos pequeños flashees antes, era simplemente que aquel hombre se había dado cuenta de que ella le estaba mirando, de que estaba poniéndole atención a él.

Jadeó suavemente, ante el pensamiento de aquel profesor. De ese hombre que parecía encerrar un misterio. Había aprendido con los años que lo mejor que podía hacer era sortear todos sus sentimientos,  no dejar que la situación la sacará de sus casillas, ella no podía permitirse vivir a través de cada profecía encerrarse en ellas, había sido llamada rara tantas veces y la misma profesora McGonagall le había señalado que no podía encerrarse en sus “particularidades” tenía que atreverse a vivir, a experimentar, no tenía que intentar comprender cada cosa que pasaba a su alrededor porque eso solo la haría perderse lo que estaba pasando en el presente, así que eso había hecho la mitad de su vida, pero este hombre despertaba en ella una necesidad de saber más, de entender que tenía que ver todo lo pasado con él, la manera en que él había reaccionado, era sorpresiva, sabía que todos los seres vivos guardan secretos y los secretos son moneda de cambio, simbolizan intimidad, confianza y a las personas no les gustaba que se los arrebataran. Intento toda la tarde empujar a un rincón el recuerdo de esta mañana, tenía dificultades para recordar sus “trances” pero por algún extraño motivo no lograba de volver al rostro del rubio. Incansablemente, volvía una y otra vez hasta su mente, fue por eso que prefirió pasar del almuerzo, no bajo y se juro a sí misma que no está rehuyendo a la mirada inquisidora del Profesor Lockwather, se prometió que solamente tenía demasiado trabajo que hacer, compensó sus horas de trabajo en profesorado con las horas que tenía que hacer en la Biblioteca, mientras dejaba que su mente bajará entre autores, textos, asignaturas y demás dejando que la idea de encontrarse con los ojos analizantes del profesor de encantamientos.

Habría pensado que todo aquello tenía que ser una ilusión excepto cuando una vez más estuvo de pie ante él, todo el Lockwather eran lados filosos, tenía un rostro masculino con asperezas en los lugares correctos, suaves curvas que demarcaban su rostro de una manera a la vez convencional y atípica, tenía rasgos tan europeos que Sybill casi podía sentir el aire en sus pulmones solidificarse producto de tenerle tan cerca, no es que le asustará la presencia de los varones, tampoco es que estuviera tan acostumbrado a ello, siempre había sido más bien una chica recatada, quizás porque no comprendían del todo porque se comportaba como lo hacía. Por tanto ¿Valía la pena sobre analizarlo más? Quizás para este momento el estaba sumándose a la lista interminable de personas que creían que estaba loca y casi odio que tuviera razón en creerlo ya que se le había quedado mirando fijamente por segunda vez en el día.

No pudo evitar sonreír cuando él dijo lo del troll, ¿Cómo en el infierno podría entrar un troll a Hogwarts? Era tan poco posible que era un buen chiste, Hogwarts era el lugar más seguro sobre la tierra, era como decir: Algún día habrá una guerra en el castillo, un supuesto que jamás pasaría. –En ese caso usted debería llamarme a mí, ya que al estar en las habitaciones más externas, le pillaría primero- Fue algo que no pensó hasta que supo lo tonto que se había escuchado. Detestaba esa manía que tenía su lengua de no comunicarse abiertamente con su cerebro, por tanto no podía colocar esa pequeña cosita llamada filtro entre uno y el otro.  Entonces él se presentó, no supo porque cuando se presentó de inmediato fue consciente de cada una de las palabras de su profecía pronunciada acerca del profesor, no era una grande, ni siquiera una buena, aunque tampoco es que ella tuviera muy claro que características tenía que reunir una profecía para ser buena, pero soltó suavemente su mano consciente de la lucha de poderes en la mente del hombre, él era algo mayor que ella, pero sin embargo, no entendía porque estaba tan preocupado, cualquier otro profesor habría intentado centrarse en una conversación falsa y animada, pero Lockwather ni siquiera parecía interesado en la misma.

Su pregunta la hizo levantar la mirada. -Nací con un don, puedo ver detalles fugaces, cortos, distantes casi invisibles de cosas que podrían pasar, usualmente cuando eso pasa pierdo la noción del tiempo y del espacio, no sé en ocasiones ni siquiera a quien van dirigidas, pero esta mañana me ha pasado que...- Lo miro y supo que quizás como la mayoría de las personas no estaba creyendole, pensaría que era una lunática, Merlín, era una jodida lunática. -Lo lamento, debo ir por mis lentes, los necesito- Y se volteó mientras empezaba a caminar por el hall, intentando alejarse de aquella habitación, de aquel hombre que solo prometía desorden para su mente.
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